Seguramente muchos de los que estéis leyendo este post alguna vez hayáis pronunciado la frase “me duele la espalda porque tengo una contractura”, pero en realidad nunca nos hemos parado a pensar qué es en verdad una contractura.
Pues bien, el término contractura según la Real Academia Española (RAE) se define como “una contracción involuntaria, duradera o permanente, de uno o más grupos musculares”. Fisiológicamente hablando la contractura se describe como la incapacidad de separarse de las dos proteínas que forman la fibra muscular (la actina y la miosina). Estas proteínas durante la contracción muscular forman los denominados puentes cruzados que consisten en la unión de ambas. Si una vez que acaba la fase de contracción muscular estas proteínas no vuelven a su posición inicial y se quedan en una posición más retraídas es cuando aparece la contractura.
Como causas de la formación de las contracturas podemos encontrar la debilidad muscular, en la que un determinado músculo sea sometido a un esfuerzo puntual de alta intensidad o bien de más baja intensidad pero mantenido en el tiempo y no tenga la capacidad de poder tolerarlo. Otra de las causas puede ser por déficit en los elementos que participan en la contracción muscular (calcio y magnesio). Además, también pueden presentarse debido a una deshidratación del tejido muscular por la falta de ingesta de agua o un consumo de alcohol.
Y si tenemos una contractura, ¿Cómo la tratamos? Pues cuando nos encontramos con una contractura nuestro objetivo es incrementar el flujo sanguíneo en la zona mediante técnicas de terapia manual y en algunos casos, mediante terapias con agujas. También va a ser importante realizar una rutina de ejercicios para fortalecer la zona debilitada y aumentar así su capacidad de tolerar esfuerzos de más intensidad o más prolongados en el tiempo. También es importante realizar estiramientos para evitar un acortamiento global de dicha musculatura. Sin embargo, si la causa de que nos aparezcan contracturas de manera reiterada es por la falta de calcio o magnesio, habrá que aumentar la ingesta de estos elementos en la dieta a través de la alimentación o con suplementación.
Por lo tanto, es importante identificar lo que causa la aparición de la contractura para poder realizar un tratamiento incidiendo en ese factor y así corregirlo para evitar que vuelva a aparecer.
Normalmente, si la contractura desaparece en 3 o 4 sesiones de fisioterapia y el paciente no vuelve a recaer, lo consideramos como algo puntual y pasajero. Pero si el paciente, a pesar de mejorar con el tratamiento de fisioterapia, recae en un periodo de tiempo relativamente rápido, tendremos estudiar a fondo todas las variables que pueden provocar esta recaída: análisis postural y de cadenas musculares, gesto deportivo o laboral según sea el caso, análisis de las propiedades de la musculatura (elasticidad, fuerza, resistencia), alimentación, estado del sistema nervioso autónomo del paciente (estrés, descanso…), otras patologías asociadas…