Las roturas musculares son un tipo muy habitual de lesión deportiva, en la cual hay una destrucción, por agentes mecánicos de una parte o la totalidad del espesor muscular. En este blog vamos a aclarar cuáles, son sus tipos y las pautas generales de tratamiento en función del grado y el nivel de disfunción que generen.
Los mecanismos por los que se produce una rotura incluyen las contusiones directas (caídas, impactos…) sobre la fibra muscular que producen la lesión por el impacto, y las lesiones intrínsecas o indirectas que generan la lesión por un sobreesfuerzo, en el que la tensión mecánica supera la resistencia de la fibra muscular y genera el daño tisular consecuente.
Empezando por las más pequeñas y que casi todos hemos sufrido alguna vez, son las conocidas como “agujetas o dolor muscular de aparición retardada (DOMS por sus siglas en inglés)”. Son lesiones muy leves, que forman parte del proceso natural de fortalecimiento del cuerpo. Ya que cuando nos sometemos a un esfuerzo ligeramente superior a nuestras capacidades, se produce una ruptura de las miofibrillas, que causan ese dolor de “agujetas”. El cuerpo al repararlas pone unas pocas más y es lo que nos hace volvernos más fuerte tras el entrenamiento. No suelen durar más de 72 horas tras el esfuerzo y se solucionan con descanso de los grupos musculares implicados. El frio, calor o masajes no demuestran un efecto favorecedor de la recuperación, pero si pueden inducir la reducción del dolor percibido.
El siguiente nivel, y donde si ya estuviéramos, ante una lesión real, son las lesiones de grado I, microrroturas o elongaciones de fibras, en ellas se ven afectadas unas pocas fibras musculares y el tejido conectivo que las rodea, puede ser que aparezca un pequeño hematoma en la zona de rotura aunque esto dependerá entre otras cosas en que zona del espesor muscular se genere el daño. La recuperación de este tipo de lesiones aunque rápida, en el entorno de 2 a 3 semanas, debe hacerse con garantías para evitar recaídas. El tratamiento incluirá reposo relativo, vendajes para limitar el movimiento de la zona, terapia física con tratamiento manual y aplicación de frio en los primeros días y calor o contrastes más delante, además de poder utilizar diatermia o electroacupuntura como tratamiento coadyuvante y por supuesto una progresión de ejercicios para asegurar que la vuelta a la actividad sea 100% segura.
Si la lesión es mayor podemos vernos en el escenario de una lesión grado II, una rotura de fibras en la que se lesiona mayor espesor, hasta un 50% del vientre muscular, en estos casos además de hematoma en la zona de la lesión es habitual encontrar el signo del hachazo, en el que se palpa la falta de espesor en el vientre muscular, el tejido conectivo puede verse afectado igualmente, y que este se mantenga intacto suele ser sinónimo de un pronóstico más favorable de recuperación ya que mantiene la integridad de la estructura, facilitando la regeneración, siempre y cuando el hematoma generado se pueda evacuar y no cree un conflicto de espacio. En estos casos la recuperación se alarga como mínimo a las 4 semanas y en función del porcentaje de rotura nos podemos ir hasta las 8 semanas, en estos casos el tener al menos 1 semana de descanso completo permitiendo al cuerpo generar una fase inflamatoria más que necesaria se recomienda y empezar a tratar pasados unos días para asegurar la óptima regeneración tisular y una fase de readaptación muscular.
El último nivel son las lesiones grado III o roturas/avulsiones musculares en las que el espesor de la lesión supera al 50% pudiendo ser completas si hay una pérdida de la continuidad. El signo del hachazo es más que evidente y el tratamiento que incluye el reposo absoluto durante al menos 15 días puede incluso necesitar de tratamiento médico para evacuar el hematoma o quirúrgico si la parte afectada es el tendón para volver a unirlo. La recuperación va en función del músculo y zona afectada muscular o tendinosa, desde los 2 meses hasta el medio año, con un importante papel de readaptación muscular ya que la pérdida de fuerza y función es prácticamente completa.
La prevención mediante los ejercicios de fuerza, una correcta alimentación y buen descanso es la parte más importante para evitar este tipo de lesiones. En la recuperación estos 3 pilares servirán como parte del tratamiento además de las pautas dadas por el fisioterapeuta.
Durante los últimos años, la fisioterapia ha experimentado una gran revolución en el tratamiento de estas lesiones, ya que disponemos de ecógrafos para controlar la gravedad de la lesión y la correcta evolución en la cicatrización de la misma. Además, el uso de técnicas novedosas como la Electrolisis Percutánea Intratisular (EPI®) y la diatermia favorece una mejor cicatrización y una mejor reabsorción del hematoma provocado por la rotura de fibras. En cualquier caso, siempre es fundamental la realización de un correcto programa de ejercicios (especialmente importante los excéntricos) que aseguren que el músculo ha recuperado su función y está preparado para la actividad deportiva o laboral según sea el caso.